El principio de Justicia

Marian empeoraba cada día. Tenía cada vez más dificultades para poder respirar, aunque estaba tranquila. El tratamiento estaba dando buenos frutos, empezaba a dejar de sufrir. El personal de la planta estaba muy preocupado por la situación. Su hijo volvería de un momento a otro. Sabían que era muy probable que Marian no recobrara la consciencia.
Javi había bajado a comer a cafetería y justo antes había puesto una reclamación por demoras en la atención a su madre. Hoy parecía haber bebido, aunque su trato era correcto. Y lo peor, había comunicado su decidida intención de llevarse a su madre a casa hoy mismo. Empezaba el turno de tarde y yo de nuevo estaba de prácticas allí, con ella, y con él.
– Argia,… ¿qué vamos a hacer?
– Tranquila Ana, vamos a hablar con él y le vamos a decir lo que su madre ha dejado escrito en el DVA.
– Pero, él no lo va a aceptar. Se la va a llevar, ha contratado la ambulancia, se lo ha dicho hace diez minutos a la responsable.
– No puede hacer eso y además no podremos dedicarle mucho tiempo Ana, tenemos cinco ingresos hoy. Me tienes que ayudar.
– Pero, no voy a poder, tengo que acompañar a Marian, está sola, y cuando él venga…
– Ana, hay otros pacientes que necesitan que les atendamos y que vienen en una situación más aguda que Marian.
En ese momento, Javi entraba a la planta. Sin dirigir palabra hizo ademán de entrar en la habitación. Argia, le llamó. Él empezó a llorar. Ana también.
– Javi, vamos a la sala, que tenemos que hablar, le dijo Argia. – ¿Por qué no dejáis a mi madre en Paz? Y tú, ¿qué miras? – Dirigiéndose a mí con rabia.
– Javi, tu madre ha firmado un documento en el que dice que te quiere mucho, pero que en el caso de que su situación empeorara querría permanecer en el hospital e incluso fallecer aquí. Quiere que le quitemos todos los tratamientos menos los que le generen dolor. Y lo hemos hecho. No quiere sufrir y que tú tampoco sufras viéndola.
– ¡No!, prometí a mi padre que ella fallecería en casa, como murió él, en mis brazos. No puedo traicionar la memoria de mi padre. Él la adoraba, igual que yo la quiero a ella.
– Javi, te entiendo perfectamente, pero ella ha decidido sobre su situación y debes comprenderlo. No estás bien para afrontar esta situación ahora. Debes acompañarla y debes cuidarte. Vamos a llamar la psicóloga con la que estuviste ayer. Ha preguntado por ti.
– Sí, dile que venga por favor, no puedo estar solo. Ya no me queda nadie. Bueno, solo ella, pero ya no me habla. Necesito ayuda por favor.
– Tranquilo Javi, le avisamos ahora. Gracias por tu comprensión y también estamos para cuidarte. Ahora, nosotras tenemos que seguir con el resto de pacientes. Sabes que puedes llamarnos al timbre para cualquier cosa. Si tardamos, discúlpanos, vamos a ir en cuanto podamos. Tu madre está tranquila y estable en estos momentos, solo necesita compañía y tú necesitas vivir estos momentos con ella.
– Gracias Argia, y gracias Ana, aunque juré no volverte a hablar, creo que estaba confundido. Perdóname por favor.
El principio de justicia implica que, a pesar de lo dura que pueda ser una situación, debemos racionalizar los medios, priorizando la atención en función de criterios objetivos de necesidad.
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